Neonides

"Adéntrate en el bosque, donde las cosas no tienen un nombre...y el miedo desaparece"


Viajo entre montañas intentando encontrar esa sensación que me da la vida cerca del mar. Su lejanía me recuerda la sensación del salitre en mi piel, el aire fresco y húmedo del atardecer, la arena entre los dedos de los pies, suaves y delicados, el agua fría, muy fría que rodea mis formas al introducirme en ella.

Siento la lujuria infinita cuando a lo lejos veo un velero, navegando, navegando, entre las aguas libres del océano Atlántico.

Hubo un momento en mi vida en el que recuerdo con claridad la sensación ante la inmensidad del universo, estrellas fugaces y veloces, estrellas que son soles y que son planetas y que son los agujeros de la nada y del todo. De pie en la proa de un gran barco, fumando y mirando. Las olas rompen en el pique de proa, salpicando la cubierta y humedeciendo mi cara y mi cigarrillo, pero el viraje brusco del Federico García Lorca, hace que toda esa parte del cielo visible por mí en ese momento se mueva de tal manera, que las estrellas se convierten en estrellas fugaces no tan veloces y consigues distinguir su trayectoria con claridad, formado un espectro de ases fugaces, de destellos y de colores. El cabeceo del buque hace que perciba la sensación de ingravidez y ese fue uno de los momentos de mayor libertad en mi vida hasta que te conocí a ti, Jorge.

El barquero y la barca, rumbo indescifrable pero hermoso y aventurero.
Los vientos soplan con fuerza y sin despropósito, complacientes de la naturaleza,
nos llevan  hasta el infinito mar de los deseos y de las aguas cristalinas como lo hermoso que siento estando a tu lado, mi querido barquero.
Pongo rumbo al jardín de las delicias, a esas islas afortunadas que salpicadas de agua y sal, llevan el sonido de las sirenas al mundo de los mortales.

Millones de luces salpican el mar de los cielos, millones de estrellas descifran nuestra carta náutica, ese rumbo imperecedero de nuestro viaje juntos.
Guíame, cántame y sedúceme para que te lleve a lugares hermosos y prósperos, para que cuide te ti y consiga atravesar esas grandes olas que en días de tormenta dificultan nuestro camino, tócame dulcemente y nunca me hundiré, susúrrame al oído y te encontraré en cualquier lugar de extenso océano.

Ésta barca solo tiene a un barquero y ese eres tu mi querido Jorge.

Feliz Cumple mi querido niño, y espero que podamos disfrutar muchos más con nuestra amistad y sinceridad.

Anita





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